Después de una semana ausente, aquí estamos de nuevo. El motivo de mi ausencia no es otro que el de haber estado una semana entera en un pueblecito en la montaña llamado Lofou. Y el motivo de haber pasado una semana en Lofou no es otro que el de haber sido parte activa del festival de arte y música «Xarkis festival» que allí se ha celebrado. Pero antes de hablar de mi experiencia en el pueblo, haré un pequeño resumen de lo que fue la semana anterior al festival.
El día posterior al de las cervezas con mi buen amigo Nikos, es decir, el jueves, realizamos trabajo de oficina por la mañana. Por la tarde varios miembros de YEU Cyprus, mi organización, y los voluntarios nos reunimos en el Parque Eirinis. Allí realizamos varias actividades como la puesta en común de nuestra idea de profesionalismo y responsabilidad a la hora de trabajar en grupo, o una lluvia de ideas sobre cómo afrontar los diferentes eventos y actividades antes y durante los mismos, es decir, cuál es la manera más eficiente para preparar una determinada actividad y cómo actuar en caso de que algún contratiempo ocurra durante el mismo. Toda esta información recopilada servirá en un futuro tanto a los voluntarios como a la organización para desarrollar cualquier trabajo que se presente. Será nuestra guía a seguir.
El viernes pasé la mañana con los chicos de Cáritas en su piso, ya que la oficina permaneció cerrada durante toda la semana por falta de personal. Gosia, la principal responsable de Cáritas en Nicosia es una máquina, pero también tiene sus límites. Y por sobrecarga de trabajo y falta de personal decidió cerrar la oficina durante un par de semanas. Así que el viernes por la mañana nos vimos en su piso. Un rato de charla con ellos y de comprobar que la convivencia transcurría bien, y la verdad es que muy bien no transcurre. La mitad de ellos son de origen indio y la otra mitad de origen árabe. Si además añadimos que viven un total de trece personas en el piso y que comparten tareas, os podéis hacer una idea de lo que eso significa. Pregunté primero a uno de los chicos indios si se estaba cumpliendo con el horario de limpieza y me explicó que ellos lo cumplían, pero que algunas de las tareas que correspondían a alguno de los chicos árabes no se estaban realizando. Escuchada la primera versión, fui a escuchar la versión de uno de los chicos árabes y me ofreció la versión opuesta. Así que mi reacción fue explicarles que cada uno tiene un concepto diferente de limpieza, pero que al final conviven todos juntos, y sino respetan los turnos de limpieza y entre ellos, la convivencia puede resultar difícil. No tengo ni idea de si mis palabras habrán servido para algo o no, espero que sí, aunque todos sabemos que Roma no se construyó en un día.
Por la tarde, y después de tres semanas sin tocar balón, fui a jugar a basket con Dimitris y Hara, su pareja y también miembro de YEU. Misma hora y mismo lugar. Allí nos reunimos varios amigos para echar unas canastas y, por las ganas que tenía de jugar esa tarde «estaba enchufado». Buena tarde de baloncesto. Pero el día no acabó ahí. Por la noche teníamos prevista una cena en casa. Mi amigo Manué de Sevilla y yo hablamos días atrás de cocinar juntos y cenar en familia. Al final la familia creció hasta las dieciséis personas, así que como el bolsillo de voluntario no da para invitar a tanta gente, propusimos que cada uno aportase algo para ayudar a la causa. Y fue todo un éxito. Las croquetas de calabaza de Manué, los tomates y calabacines rellenos de Gioia, la sopa rumana de Raluca, la pasta al horno de las chicas italianas, mis huevos rotos,….creo que nadie se quedó con hambre. Después de la cena, pusimos rumbo a «New Division» a terminar la noche de la mejor manera posible.
El sábado tocó descansar y preparar el equipaje, pues el domingo pondríamos rumbo a Lofou. Pero antes de eso, el domingo por la mañana, mi compañera Bárbara y yo fuimos a la playa con mi mentora Elli y su amigo Simos a Sirena Bay, en la zona de Paralimni. Una mañana tranquila y refrescante en una de las tantas playas que tiene esta isla. Por la tarde, de regreso a la capital, Bárbara y yo terminamos de preparar nuestro equipaje para partir hacia «el campo». Gioia y Benjamin nos alcanzarían el lunes por la mañana. A las 20:00 Alexis, uno de los organizadores del festival, vino a casa a recogernos y entre unas cosas y otras llegamos a Lofou alrededor de las 23:00. Primera noche para saludar a los miembros ya conocidos, presentarnos a los nuevos y a descansar.
El lunes a primera hora de la mañana nos pusimos a echar una mano en aquello que los organizadores nos pedían, ya que hasta el miércoles no tendríamos tareas específicas. Así, algunas de las tareas que realizamos fueron: habilitar las salas donde posteriormente se realizarían los talleres, elaborar parte del decorado, mover mobiliario de un lado a otro,… había trabajo para todos. A la hora de la comida llegó el primer contratiempo. La cocinera encargada de cocinar para el personal del festival renunció al trabajo en el último momento, por lo que varias voluntarias tuvieron que hacerse cargo de la tarea. Afortunadamente, estas chicas se las arreglaron bastante bien para cocinar durante toda la semana para alrededor de cuarenta personas. Por la tarde, un rato de descanso y a seguir ayudando en lo que se requería. Llegada la noche, tiempo para relajarnos en grupo y conocernos todos un poco mejor.
Al día siguiente, bien temprano, había programada una excursión a una granja cercana para aprender a extraer leche de las cabras. Nektarios, músico en el festival y ponente de uno de los talleres puso el coche, y el párroco del pueblo fue el encargado de llevarnos hasta la granja. En total fuimos seis personas en el coche, nosotros tres y tres chicas más. Después de conducir durante unos veinte minutos por caminos que me recordaban a cuando iba a coger almendra con la furgoneta de mi abuelo Maximino (que en paz descanse), llegamos a la granja. Pero al llegar a la pequeña granja resultó que el pastor estaba durmiendo, por lo que no nos quedó más remedio que volver al pueblo. En el camino de vuelta, paramos en varios sitios para disfrutar de la naturaleza del lugar y de la flora y basura que había en ellos, producto de campistas no muy concienciados con el medio ambiente. El párroco, después de la infructuosa excursión, muy amablemente nos invitó a desayunar en su casa, sin leche de cabra, pero con otros buenos alimentos necesarios para el día que nos esperaba, acompañado por supuesto de un buen frappé. Después del desayuno, continuamos con más trabajo por la mañana y por la tarde. En nuestro tiempo libre, asistimos a nuestro primer taller. Éste fue impartido por Nektarios y trataba sobre tecnología y música. Información interesante en algunos puntos que nos ayudará en el futuro a editar archivos de audio y vídeo. Después del taller, más colaboración con los organizadores, pero sin matarnos. Por la noche, después de la cena, ¿a qué no adivináis quién amenizó la noche con su guitarra? ¡Nektarios! Muy buen guitarrista sin duda.
El miércoles había otra salida matutina bien temprano a un monasterio cercano, pero esta vez preferí descansar. El día anterior fue muy completo, pero acabé muerto. La mañana empezó como las anteriores, tranquila pero sin parar de hacer cosas. Los talleres seguían su marcha y en el pueblo todavía se respiraba esa tranquilidad característica de las zonas rurales. Después de comer, Katerina, también voluntaria del festival, me pidió si podía cocinar una paella de verduras para el jueves por la noche. Ella fue una de las voluntarias que cogió las riendas de la cocina cuando se supo de la ausencia de la cocinera oficial. El menú de la semana estaba basado en una dieta vegana, y aunque la cocinera no viniese finalmente, Katerina y otras voluntarias cocinaron en esa línea. Ella me pidió que cocinara porque esa noche iba a ausentarse, por lo que dije que sí. No sonó un sí muy rotundo al principio, ya que ni tenía los medios ni los ingredientes. Yo ya sabía que lo que iba a cocinar no era una paella por los motivos que dicho antes, pero podía cocinar algo parecido. La tarde y la noche transcurrieron como la anterior, ayudando por la tarde a Valentín, el técnico de montaje, a montar las zonas de sombra en el camping y reuniéndonos después de la cena en el hostal.
La mañana del jueves fue un reflejo de las anteriores, y después de comer me tomé un tiempo de relax ya que me encargaría de cocinar por la noche. A las 18:00 estaba esperando que los chicos encargados de hacer la compra llegasen con los ingredientes para ponernos manos a la obra, pero el tiempo pasaba y hasta las 20:00 no llegaron con la compra. Cuando empezamos a sacar los alimentos de las bolsas para cocinar, en vez de comprar arroz para la paella, trajeron una especie de pasta en grano llamada «krisaraki». En ese momento estaba seguro que no cenaríamos paella de verduras. Empezamos a cocer la pasta, a trocear la verdura y freírla. Alrededor de las 22:00 la cena estaba lista. El menú finalmente fue «krisaraki con verduras» y había para alimentar a un regimiento. Así, el viernes ya teníamos la comida preparada. Después de la cena, la mayoría del grupo subimos a la escuela, en la parte más alta del pueblo para charlar, beber y contemplar las estrellas. En lugares como aquel te das cuenta de la contaminación lumínica que hay en las grandes urbes y no tan grandes. Contemplar las estrellas de esa manera fue genial.
Al comienzo del fin de semana, ya empezaba a notarse la llegada de más gente al pueblo, aunque no tanta como se esperaba, y los detalles de última hora y las prisas por dejarlo todo preparado nos mantuvo a todos sin parar hasta la hora de la cena. Después de cenar llegó el tiempo para disfrutar. La plaza de la escuela se había habilitado para los conciertos, y el escenario estaba ubicado justo delante de la fachada de la escuela. Varios grupos tocaron, entre ellos el grupo griego «BAiLdSA» y disfrutamos de una gran noche bailando y bebiendo. A las 2:00 terminaron los conciertos y nos fuimos a descansar, que el sábado todavía nos mantendría ocupados.
Al día siguiente, nos pusimos en marcha a las 9:00 de la mañana. Más preparativos y más movimiento de gente de un lado para otro. Unos para asistir a los talleres, otros ayudando para el correcto funcionamiento de los mismos. Después de comer, estuve en uno de los talleres como asistente del ponente, para que todo transcurriese con normalidad. Y por la noche, me tocó trabajar en la entrada del recinto de conciertos (donde la escuela), aunque tuve suerte de estar en el primer turno, de 20:00 a 22:00, ya que los conciertos no empezaron hasta practicamente esa hora. Unos veinte minutos más tarde, llegaron directos desde Nicosia nuestros amigos Manué, Benjamin, Ángeles y su amiga María a disfrutar con nosotros de los conciertos. Buena música a cargo de «Afriquoi» y buen ambiente junto con algunos whiskies fue la combinación perfecta para una noche perfecta. La lástima fue que no viniese al concierto en particular y al festival en general más gente. Quizás por la distancia entre la ciudad y el pueblo, quizás por la fecha en que se celebró.
El domingo, último día de festival, fue el día que más gente vino al pueblo. Los últimos talleres y actividades se realizaron por la mañana y al principio de la tarde. A partir de las 18:00 un grupo de chicas cantaron una serie de canciones tradicionales en la plaza del pueblo, y a continuación llegaron dos señores turco-chipriotas tocando el primero una especie de tambor por ambos lados y el segundo una especie de dulzaina tradicional de aquí. Entre estos señores y otros grupos con instrumentos típicos de la isla hicieron bailar a los allí presentes bailes griegos, chipriotas y turcos, a mí incluido. Buena manera de cerrar el festival. Poco antes de irme a dormir, me despedí de gran parte de la gente que conocí allí (Paris, Anthoula, Anastasia, Angie, Athos,…) y con la que compartí una semana increíble. Estoy seguro que nos volveremos a ver por Nicosia.
El lunes, Bárbara y yo volvimos a la ciudad con Rafaella, otra de las voluntarias, con ganas de llegar a casa, descansar correctamente y poner un par de lavadoras. Por la tarde pude hacer todo esto tranquilamente. Nada mejor que descansar bien para recargar pilas y empezar la semana como nuevo.
Nos vemos la semana que viene. ¡Yasas!